Mis publicaciones

Sexualidad escrita

En esta sección encontrarás publicaciones de mi autoría, tanto científicas como literarias. Algunos extractos e información sobre su disponibilidad. 

(Nota: en construcción)

Serie Suprema
El Amante Supremo ( extracto)

La lengua rodea suavemente cada curva, a veces en espiral, a veces en movimientos ascendentes, siempre suave pero firme, deslizando con la humedad justa. Antes de llegar al pezón, se alternan pausas de caricias con la boca y pequeños roces de la lengua, manteniendo la expectativa.

Cuando llega al pezón, lo rodea con la lengua, primero despacio y en círculos, luego variando el ritmo con movimientos diagonales o ascendentes. Los mordiscos son delicados, hechos con los labios y no con los dientes, como quien atrapa suavemente una cereza jugosa, generando presión erótica sin dolor. Tras ellos, el calor de la lengua acaricia de nuevo la piel, como un alivio que intensifica la descarga.

La succión se convierte en el punto central: ligera al inicio, continua después y cada vez más firme a medida que la excitación aumenta. Cuando se acompaña esta succión con la masturbación simultánea (acariciando clítoris, vulva o combinando con penetración suave), el orgasmo se multiplica. El secreto está en sincronizar: mientras la estimulación genital sube de intensidad, la succión de pezones debe acelerarse y volverse más intensa, creando un puente sensorial que eleva la experiencia al máximo.

El Amante Supremo no se precipita. Sabe variar, detenerse, retroceder al contorno del seno o incluso regresar al cuello si percibe hipersensibilidad. Reconoce que en la alternancia está la clave para sostener el deseo sin saturarlo, y que la combinación simultánea entre pezones y clítoris es una de las fórmulas más poderosas para provocar orgasmos largos, intensos e incluso múltiples.

Serie Suprema (extracto)
La Amante Suprema

La excitación masculina parece, a primera vista, un mecanismo sencillo. Muchas veces se reduce a un estereotipo: “si quiere, puede”. Sin embargo, la realidad es más compleja. Comprender cómo funciona este proceso, con sus vulnerabilidades y condicionamientos, es fundamental para que la mujer pueda no solo interpretarlo, sino también guiarlo hacia un placer más profundo y compartido.

El deseo masculino no se enciende de manera automática. Aunque el pene pueda reaccionar con rapidez ante ciertos estímulos visuales o táctiles, eso no significa que exista una verdadera conexión erótica. El cuerpo puede responder por reflejo, pero la mente no siempre acompaña esa reacción. Y cuando el cuerpo y la mente no están sincronizados, el encuentro pierde intensidad, intimidad y significado.

Detrás de la aparente simplicidad del deseo masculino hay una red neurobiológica sofisticada. La excitación depende del equilibrio entre los sistemas de dopamina, testosterona y oxitocina, que se activan en distintas fases del encuentro. La dopamina despierta el impulso, el deseo de búsqueda; la testosterona mantiene la energía sexual; y la oxitocina, que aumenta con el contacto físico y emocional, permite que ese deseo se transforme en conexión. Cuando alguno de estos tres ejes se altera —por estrés, ansiedad, cansancio, miedo al rendimiento o conflictos emocionales— la respuesta eréctil puede verse afectada.

Por eso, la erección no es un signo infalible de deseo, ni su ausencia indica desinterés. Hay hombres que pueden tener una erección sin sentirse realmente excitados, y otros que, deseando intensamente, no logran sostenerla. En ambos casos, la causa suele estar en la mente: pensamientos invasivos, autoobservación excesiva o temor al fracaso bloquean la respuesta fisiológica.

La Amante Suprema no interpreta estos episodios como rechazo, sino como una señal del sistema nervioso masculino: el cuerpo ha entrado en modo defensa. En lugar de insistir, presionar o retirarse emocionalmente, sabe que es el momento de reconectar desde lo sensorial, no desde lo genital. Una caricia lenta, una mirada sostenida, el silencio entre respiraciones… son formas de activar nuevamente la confianza y la presencia, los dos motores invisibles del placer masculino.

Entender el deseo del hombre desde esta perspectiva permite a la mujer asumir un papel más activo y consciente. No se trata de “complacerlo”, sino de acompasar su excitación, de leer sus señales corporales y emocionales, y de invitarlo a salir del automatismo hacia la experiencia sensorial compartida. El hombre que se siente comprendido, mirado sin juicio y tocado con atención plena, libera las defensas que bloquean su respuesta. Y cuando eso ocurre, la excitación deja de ser solo una reacción fisiológica: se convierte en un estado de presencia, entrega y reciprocidad.